sábado, marzo 26, 2011

Ventanas Vacias

Las miro incesantemente, me atraen, mi espíritu inquietante quiere contar miles de historias.
Me sucede cuando voy en el tren Sarmiento destino Castelar, Plaza Miserere como le dicen algunos, el local, para los del palo.
Alli esta el Dragón del Oeste, nombre que le dan al furgón de dicho ferrocaril suburbano los pasajeros.
El fenómeno se produce cuando emerge desplazando su abdomen hacia la superficie.
 El dormido Saurio metálico arranca del underground porteño.
 Por la ventana deja ver la obscuridad de la caverna y  el retumbar de  los sonidos de sus pies desplazándose sobre los rieles.
Al final. La luz se abre desde las alturas y emerge a la intemperie. A Feroz velocidad recorre el laberinto,  los musgos en sus paredes y los grafitties artísticos de antaño.
Las antiguas edades vislumbran los ladrillos y los cables, hasta llegar a la posmodernidad de la estación Caballito Este. A campo traviesa sabrás de quienes te estoy hablando. Chiquitas, inquitas, reconocerás en las imponentes torres habitacionales, un sin fin de ellas... Ventanitas. Chiquitas, huidizas, grandes, pequeñas, de madera, blancas, color crema, arena, persianas.
Todas con una historia distinta que contar,  a veces imagino quienes serán los duendes que vivirán en esas pequeñas cuevas.
Un duende ermitaño y su televisor en un tono azul verdusco.
Un hada cantando, bailando una pasión en un vibrante fucsia eterno.
Un roedor de anteojo y sombrero, sumando y restando los números del azulejo gris financiero.
Los señores del ayer vieron este baile una y otra vez.
Quienes vivirán en aquellas ventanas... como es que viajan en el Dragón si no tienen salvoconducto para la ocasión.
Como es que son las 18:50 y todavía no arranco?

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